martes, 5 de noviembre de 2013

Eres más guapa de lo que crees

Hace algun tiempo ya que circula por internet un anuncio de Dove en el que un artista forense elabora dos retratos de mujeres desconocidas para él; uno según la descripción que éstas individualmente le dan, el otro a partir de la descripción que otros dan de ellas.

De todo el vídeo la que me hizo llorar y me emocionó fue la mujer rubia de pelo corto con el simple hecho de decir que, en el retrato que el forense ha realizado de ella a partir de la descripción de otros, se ve feliz a sí misma.

     En Primaria cuando iba al colegio había una chica -(en realidad había más de una en idénticas circunstancias pero ésta captó mi atención)- que tenía problemas de sobrepeso. No era una niña delgada ni esbelta, tampoco era muy agraciada físicamente, tenía el pelo grueso como hilo de pescar e indomable, además llevaba gafas enormes, zapatos ortopédicos porque tenía los pies planos y llevaba plantillas para corregirlos y también aparatos.
      Tengo una teoría discutible y no científica sobre que en los colegios cuando alguien o algunos empieza a meterse con otro alguien los demás les siguen porque sí, pero claro cuando somos niños no vemos estas cosas. Digo esto porque aquella niña fue blanco de la teoría que acabo de describir.
       Recuerdo un día de tantos -pero este no me dejó indiferente-. A ella le gustaba un chico dos años mayor que ella (cosas de la infancia) y claro, todo el colegio lo sabía y él también y la insultaba constantemente.
      Recuerdo perfectamente como toda la clase de ese chico se metían con ella cada día y cada vez que la veían. Siempre eran los mismos insultos; “gorda”, "puta gorda", “ballena”, “foca”, “vaca”, “cerda”. Algunos realizaban mugidos de vaca para burlarse de ella mientras que otros por su parte optaban por los gruñidos de cerdo, supongo que era la forma que tenían de darle los buenos días desde la granja de playmobil, pero más cruelmente claro.
      Recuerdo que muchos días le tiraban alguna que otra bola de papel de plata a la cabeza para luego darse codazos entre ellos y reírse (cosas de críos sí, pero que marcan profundamente, también).
     Ese día del que hablo le tiraron muchas bolas de papel de plata mientras mugía y gruñía la granja de playmobil, la insultaban y además le escupían. Me parece un excelente momento para decir que íbamos a un colegio concertado y de monjas. Tal vez el problema radica en que las enseñanzas y valores que recibimos fueron: “amaos los unos a los otros mientras el otro no sea gordo”. No recuerdo a nadie del profesorado interviniendo para parar la lluvia de “escupitajos” que caían sobre aquella chica... No lo recuerdo porque nunca pasó. Nunca se hacía nada ante esas circunstancias.
      Supe que esa chica obviamente estaba muy acomplejada por sus problemas de sobrepeso pero nunca la vi mostrar debilidad ante la gente. En el patio se burlaban de ella mientras se comía el bocadillo y le gritaban cosas como: ¡Doraemon cómete otro! O ¿estás embarazada?

Me confesó alguna vez que en casa la situación no era mejor, siempre fue “la gordita”, “la fuertecita”...

Ya siendo un poco más mayor en la secundaria las cosas continuaban igual pero con el agravante de que el sexo masculino le decía cosas como “es que me quiero enrollar con tu amiga que está más buena que tú, pero líate con mi amigo” o se enteraba de que algunos chicos que le hablaban y hacían caso se avergonzaban de que otros chicos supieran que hablaba con “la gorda”. Ella ya tenía muy asumido que era normal que los chicos se avergonzaran físicamente de ella porque ella estaba gorda y eso, obviamente, si te lo han repetido toda la infancia y pre-adolescencia mientras te escupen, mugen y gruñen como si ser gorda fuera un pecado capital, te lo acabas creyendo.

Demasiadas veces (una ya es demasiado) pensó en dejar de comer o vomitar, había chicas que lo hacían y eran las más populares ¿por qué esa mierda es tan importante cuando somos niñas? Muchas veces lo pensó pero se repetía que tenía que aguantar, que tal vez algún día se cansarían de meterse con ella y todo habría terminado, que incluso alguien le pediría disculpas y serían amigos... Ella habría perdonado a cualquiera que se hubiera disculpado. Puede parecer muy tonto a los ojos de un adulto pero ella todas las noches rezaba para que el día siguiente fuera ese día en que se hubieran cansado de vejarla. Cada mañana llegaba al colegio con su mochila "ellesse" rosa y floreada, su sonrisa aparatosa, sus zapatones ortopédicos y sus gafotas y hasta que no llegaba a clase no se sentía a salvo. En su propia clase la mayoría la respetaban, si bien a las espaldas todos comentaban lo gorda que era y lo peor es que ella lo sabía.

Hubo bastantes chicas en ese colegio (no tengo datos de ningún chico) que desarrollaron trastornos alimentarios y fueron anoréxicas o bulímicas.

La chica de la que hablo nunca lo fue y lo sé porque soy yo misma, pero como contrapunto siempre me ha costado creer en mí y tener autoestima, siempre he creído que cuando alguien me alababa físicamente en algo me lo decía o dice porque le caigo bien y no porque sea verdad.

No es culpa de nadie. Es responsabilidad mía por no haber sabido ni saber a día de hoy ser lo bastante fuerte como para superar eso y aceptar los halagos sinceros de los demás por encima de mi inseguridad.
Pienso que si alguien ha vivido lo mismo que yo o algo similar este tipo de campañas publicitarias le producen cierta empatía, emoción y aliento de que esta sociedad tal vez no esté podrida del todo.

Por eso me conmueve el eslogan “You are more beautiful than you think”.(Eres más guapa de lo que crees).


Como dice la canción...





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